Quien no quisiera volver a los verdes jardines de la inconciencia, donde el sol salía porque sí y hacía arder la mirada. Donde la vida eran noches de luna llena, etílicas y brillantes.
Reía y era de mañana, la noche y sus amaneceres, resaca madrugadora de amores inconclusos. Ahora las mañanas y los pajaritos cantando son pequeños dolores cotidianos.
Yo quisiera perderme en las calles y encontrarme con esa mano amiga que siempre me levantaba...
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